2. Legalidad discutible. La mayoría de los partidos, abiertamente o con un consenso pasivo, descartaron la impugnación por inconstitucionalidad al decreto de liquidación. Ese flanco quedó al menos formalmente resuelto. Pero sigue habiendo agujeros legales como el que implica la abrupta suspensión de las relaciones laborales sin que haya mediado resolución de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje.
3. Antisindicalismo. El gobierno promovió, exacerbó y luego aprovechó el explicable ánimo antisindical que hay en sectores importantes de la sociedad. Los sindicatos, de todos colores y trayectorias, se han ganado la animosidad de los ciudadanos con prácticas inmoderadas y atropellando algunos de ellos derechos como el de libre tránsito. Ahora, la exacerbación del discurso antisindical refuerza algunos de los prejuicios ideológicos más conservadores de la sociedad mexicana.
4. Demonizar al SME. Los problemas de la electricidad en México son añejos y enmarañados. El sindicato abusó de esa industria y de los usuarios. Pero las limitaciones en el equipamiento, los aplazamientos en la integración con la CFE, las políticas tarifarias y el desconcierto administrativo no eran culpa de los trabajadores sino del gobierno mismo.
5. Desorientación. Reacio a la deliberación democrática, el gobierno eligió la táctica del descontón político pero sin saber qué seguiría en la reorganización de la industria. Solamente tres días después de la acometida contra el sindicato, se anunció que la conducción del fluido en las zonas que eran atendidas por Luz y Fuerza quedaría a cargo de la Comisión Federal de Electricidad. Y tuvieron que pasar cuatro días para que Calderón asegurase que no habrá privatización. Sin un diagnóstico integral de los problemas de la industria eléctrica (al menos sin una evaluación pública) el gobierno carecía, desde luego, de un proyecto también completo.
6. Expectativas. Al festejar la clausura de empresa y sindicato, el presidente suscita nuevas expectativas públicas. Si ya dio ese golpe, se dice, puede propinar otros. Aun está por verse si su nuevo talante conduce a Calderón a emprender nuevas y auténticas reformas, o a un reforzado autoritarismo… o a una nueva parálisis gubernamental.
7. Billetazo. Está bien que a los electricistas despedidos no solamente se les ofrezcan las indemnizaciones que les corresponden según la ley, sino algo más. Pero la promesa de montos adicionales para quienes se apresuren a admitir la liquidación y la propaganda de compensaciones que parecen cuantiosas resulta poco elegante. O, para decirlo en otro tono, la insistencia en que aprovechen hoy tales ofertas porque mañana será tarde, son ofensivas para los trabajadores y sus familias –y no harán sino exacerbar su rencor–.
8. Espaldarazo al SUTERM. El gobierno aniquila un sindicato incómodo y al que ha condenado en exceso, para entregarle la representación de los trabajadores a un sindicato corrupto, antidemocrático y chantajista. Esos son términos apenas justos para describir al Sindicato Único, que reúne a los trabajadores de la CFE y los mantiene adheridos al PRI. Ese es el sindicalismo al que respalda el presidente Calderón.
9. Empuje a la coalición obradorista. Golpeado y perseguido, el SME corrió a guarecerse en el frente que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Gracias a esta coyuntura, ese ex candidato volvió a presidir concentraciones multitudinarias. La liquidación del SME será una bandera reiterada en el ánimo contestatario frente a cualquier iniciativa del gobierno y, más tarde, en el mitificado y anticipadamente conflictivo 2010.
10. Negación de la política. La reputación de Calderón como político negociador, proclive a construir acuerdos, quedó anulada o al menos severamente maltratada. La oscuridad, la malevolencia, la fuerza y el sobresalto que el gobierno consideró indispensables para cerrar la empresa eléctrica, eran propias de un priismo del cual, por lo visto, el presidente actual no está muy alejado.
Publicado en emeequis
No hay comentarios:
Publicar un comentario