Por Felipe Vicencio/ La Jornada Jalisco
El pasado diciembre, la Asociación de Municipios de México celebró su última Asamblea General. Desde que nació hace 15 años la AMMAC -la primera y más importante institución articuladora de las causas municipalistas en nuestro país- había venido celebrando anualmente este encuentro para elegir a su Junta Directiva, integrada por ayuntamientos provenientes de distintos partidos políticos. Esta dirección colegiada tenía la responsabilidad de conducir los trabajos para fortalecer la representación política de los agremiados, la vinculación e interlocución institucional, la investigación, el intercambio de experiencias y la profesionalización de la administración municipal para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Si bien la AMMAC nació a iniciativa de un grupo de alcaldes panistas, sus propios objetivos requerían que se colocara por encima de intereses particulares. Quienes la condujeron tuvieron la generosidad de respetar este perfil y así pudo consolidar una integración plural y merecer el respeto de todos. Mientras existió, se esforzó por hacer realidad el concepto de municipio libre; por promover el fortalecimiento y el desarrollo de los municipios sin distinción de colores así como el respeto a los derechos humanos y a la ecología en el ámbito municipal. Fue una asociación comprometida con el impulso a la vida democrática en el ámbito local. Su trabajo le mereció amplio reconocimiento y le permitió alianzas que fortalecieron a sus agremiados y colocaron al municipalismo mexicano con mucho decoro en el ámbito internacional.
Pero todo eso quedó atrás en su XVI Asamblea, la última, celebrada en Puebla, cuando la mezquindad partidista destruyó en unos cuantos días lo construido con respeto a la pluralidad y con lealtad a las causas municipalistas. Una maniobra orquestada por quienes se identificaron como operadores de Peña Nieto (el candidato de Televisa) tomó por asalto la AMMAC y la hirió de muerte. La voracidad de quienes suponen ser los dueños del futuro político del país, alentados por una cultura política autoritaria y antidemocrática que quisiéramos ya superada, desvirtuó en tal forma la Asociación que en lo que quede de ella difícilmente se podrá reconocer lo que algún día fue.
Se trataba de adueñarse de una institución a la que sólo se vio como atractivo botín político en la disputa por las próximas elecciones. Para tal efecto recurrieron a la afiliación masiva. Sólo en los dos días previos a la Asamblea, 150 municipios presentaron su solicitud con sendos acuerdos de cabildo redactados en el mismo machote. El día de la Asamblea evocó las reuniones del sindicalismo más pervertido. Acarreo de alcaldes, sumisión partidista, hostigamiento a los disidentes, porros, violencia verbal. Cuatrocientos alcaldes de filiación priísta -provenientes de Hidalgo, Oaxaca y el Estado de México- que a la señal de los operadores mexiquenses aplaudían o abucheaban. Todos los candidatos inicialmente registrados se retiraron, excepto la Alcaldesa de Naucalpan, quien en su discurso de presentación aprovechó para proponer que el cargo de Presidente durara tres años. Gritos frenéticos de “¡unanimidad, unanimidad!” atajaron cualquier posibilidad de debatir esa propuesta que fue aprobada sumariamente para dar paso en seguida a la elección de Azucena Olivares por el sistema de aclamación. Paradójico que la institución que tanto hizo para dignificar al municipio haya sido escenario de ejercicio tan indigno para los propios gobiernos municipales.
Lo hecho por la mezquindad partidista -en este caso priísta- queda para dar la razón a quienes afirman lo distantes que están los partidos políticos de las auténticas causas de la comunidad; para confirmar que, a pesar de su urgencia, muchos cambios que México necesita no podrán llegar sino hasta que tengamos un régimen de partidos diferente. Es deplorable que la impostergable necesidad de dignificar la política siga encontrando como dique prácticas de mercantilismo, cooptación y corrupción a cargo de instituciones amafiadas que tendrían que ser cauce de genuina participación ciudadana.
Por otro lado, lo hecho por la AMMAC también queda como testimonio de lo que se puede lograr cuando se trabaja por encima de las agendas político partidistas: centenares de gobiernos municipales que pudieron aprovechar durante tres lustros capacitación, intercambios y gestión de recursos de toda naturaleza, así como vinculaciones interinstitucionales en beneficio de las comunidades a su cargo; el fomento de una conciencia cada vez más extendida que reconoce en el desempeño de los gobiernos locales la única posibilidad de una genuina democratización del país.
El grupo político que patrocina a Peña supondrá que se ha anotado un punto a favor a costa de la ingenuidad de los auténticos municipalistas. Se asumen los protagonistas del futuro, pero su proceder los exhibe como lo que realmente son: conspicuos herederos de los peores vicios del pasado. México merece otra cosa. Descanse en paz la AMMAC.
Fuente: http://www.lajornadajalisco.com.mx/2010/01/04/index.php?section=opinion&article=006o1pol
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