lunes, 7 de diciembre de 2009

Visitatio Canonica y el combate a la liberación feminista

Foto: Nermine Hammam

Texto: Vianett Medina

Desde su antigua tradición lectiva, el Vaticano pronuncia advertencias que ahora ha tocado escuchar a las mujeres simpatizantes del feminismo religioso. Su inspección canónica hace pensar en el miedo arquetípico que recorre la cristiandad y se cree ahuyentar mediante la Visita Canónica, vivo retoño de la Inquisición. Los estudios de género relacionan la acusación de mujeres en la Iglesia con un miedo tradicional a las diosas, brujas, místicas… o monjas.

La revisión canónica que anunció el Vaticano en enero de 2009 al interior de las congregaciones femeninas en Estados Unidos, aparece como extensión de una recelosa cadena donde la libertad de las mujeres deviene una amenaza a la jerarquía eclesiástica, la cual no comparte con ellas la presidencia eucarística ni el gobierno. El catolicismo, que desde finales del primer siglo de nuestra era se rige por el liderazgo instituido (mediado sólo por la imposición de manos de tradición apostólico-masculina), hoy cuestiona a la vida religiosa femenina en Estados Unidos arguyendo contra la “doble vida” de sus consagradas, que algunos fieles creen ilustrarla en el uso exagerado del maquillaje, la vestimenta sublevadamente secular o su asistencia a centros nocturnos.

El análisis histórico-crítico advertiría la resistencia eclesiástica a admitir un feminismo radical, que reclama la autonomía negada a la mujer consagrada a la iglesia en razón de su voto de obediencia. Francine Cardman, académica en la escuela de Theology and Ministry en Boston College (BBC, 8-08-09), ha denunciado el intento jerárquico de oficializar una interpretación del Concilio Vaticano Segundo y de imponer, como en el pasado, la clausura monacal, control primigenio de las mujeres en la historia de Occidente.

La visita canónica emprendida durante este año a las congregaciones religiosas femeninas estadunidenses también resuena en un sector de mujeres católicas no consagradas. Fuera de las estructuras conventuales, la moción de orden atraviesa el radio de la actividad de las religiosas, donde sus receptores más frecuentes son laicas inspiradas en el dinamismo apostólico de sus comunidades. La instrucción contra el relajamiento de la vida religiosa es acatada por la devoción secular de las mujeres de familia, que alcanzarían así a condenar la disidencia religiosa en un orden donde el sacerdote tiene, por sagrada tradición, la última palabra.

Después de la incursión de las mujeres en distintos campos, ha florecido una valoración inédita de las mujeres en la Iglesia que resulta familiar a las cuatro expectativas con que la escritora Leora Tanenbaum resume su investigación de mujeres religiosas (Taking Back God, 2009): liderazgo, inclusión lingüística en la liturgia, aceptación de su cuerpo y reconocimiento de la mujer como imagen-sacramento de Dios. Sin embargo, la expectativa y la lucha feministas de las bases comunitarias no son compartidas por la alta jerarquía representada en la Comisión de Verdad, que ejecuta el escrutinio vaticano.

Por otra parte, distintas organizaciones católicas dedicadas a trabajar la justicia están declarando públicamente su apoyo a las religiosas víctimas de la “intrusión” vaticana en el diario electrónico National Catholic Report, reconociendo el compromiso apostólico de las comunidades religiosas a favor de los pobres, los enfermos y las minorías, con un texto que así se introduce: “El proceso de la Visita Apostólica del Vaticano, que ustedes no han buscado ni convocado, es un medio de reunir información para un reporte confidencial que ni siquiera a los participantes se les permitirá revisar. Las supuestas razones detrás de esto sugieren que de antemano se ha llegado a conclusiones negativas. Como proceso disfuncional, encuentra refugio en el secretismo. No es democrático ni transparente. No tiene lugar entre católicos maduros y comprometidos cuya colegialidad y subsidiaridad son el sello de la vida religiosa”.

Como en otros procesos eclesiásticos, la discreción deviene un factor político para erradicar potenciales irregularidades. Para evitar los rumores en torno al proceso de auscultación y prueba, varios directivos (superiores) religiosos han pedido a sus miembros realizar un voto de silencio, según lo afirma un jerarca que por hoy queda en el anonimato. Pero el problema que interesa a la estabilidad vaticana no corresponde primordialmente a temas morales. Frente a su habitual discreción, es vox populi en las estructuras de la Iglesia que en regiones como el sureste mexicano por lo menos tres cuartas partes del presbiterio ha tenido una mujer o procreado hijos. Concentrado en temas doctrinales, al Papa Benedicto XVI le interesa que las religiosas no ostenten la ordenación sacramental ni suplan la confesión del sacerdote por la confesión entre ellas, como se ha practicado en algunas comunidades femeninas del norte californiano. El mayor temor se advierte en la crisis ideológica y la división de la identidad católica como consecuencia.

Se ha declarado como propósito oficial de las visitas apostólicas probar la “solidez de doctrina y enseñanza” de las congregaciones, así como su asistencia diaria a la celebración eucarística presidida exclusivamente por un sacerdote. La omisión de esta asistencia ha suscitado sospechas en el contexto de la polémica y recurrente demanda de la ordenación sacerdotal para mujeres. La documentación sobre la negativa al sacerdocio ministerial femenino se remonta a la Declaración vaticana Inter Insigniores (1976), en que Paulo VI reaccionaba a la ordenación femenina en iglesias noreuropeas (también puede consultarse el Rescripto a la carta del arzobispo de Canterbury, doctor F.D. Coogan, sobre el ministerio sacerdotal de las mujeres; 30 de noviembre de 1975). Más tarde, Juan Pablo II precisaría el pronunciamiento en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis (1994), en que responde categórico a la pregunta por la ordenación sacerdotal femenina. Aunque es el “Decreto General relativo al delito de atentada ordenación sagrada de una mujer” (19/12/2007) el que mejor enmarca la reciente visita canónica a la vida consagrada, cuya principal preocupación se expresa en la aprobación privada o pública de las religiosas en torno a dos temas considerados sensibles: la homosexualidad y la ordenación ministerial de mujeres
Foto: Oded Bality/AP

CONGREGACIONES FEMENINAS EN MÉXICO

El actual escrutinio vaticano también apunta al verosímil temor de que el estilo religioso estadunidense sea exportado a Latinoamérica, donde los modelos tradicionales de familia son proveedores de numerosas y jóvenes vocaciones religiosas. En sus sociedades tradicionales, que admiten ampliamente la dirección del hombre en diversas esferas, el ingreso a una comunidad religiosa y la convivencia primordial entre mujeres resultan también una liberación de la férula masculina, imposible de experimentar en ciertos sectores de la sociedad mexicana. En su proceso de liberación e influidas por los estudios de corte liberacionista, algunas congregaciones en México han destacado por ocuparse en la actividad social, suscitando diversas tomas de conciencia. Espacios para la reflexión y el trabajo feminista como el grupo “Mujeres para el diálogo”, gestan una conciencia acerca de la libertad femenina, imposible todavía en la mayoría de las parroquias gestionadas por presbíteros.

Las comunidades religiosas en México no rara vez albergan los esfuerzos feministas que cuestionan y van cambiando las formas de obediencia femenina. Incluso hay congregaciones que abiertamente realizan una opción por las mujeres, con un estilo de vida que difiere de la dedicación al sacerdote tan común en congregaciones fundadas en México. Las Mercedarias de Bérriz son un caso emblemático de la opción por las mujeres, a veces sofocada por la vigilancia clerical. Dedicadas actualmente a promover a las mujeres (“Mujeres que trascienden” aparece como el lema en el sitio web de su colegio en Guadalajara), sus tareas contribuyen a la construcción de la identidad de las mujeres entre las clases medias.

Pese a las décadas de feminismo con que la Iglesia ha convivido, sigue existiendo una presión eclesiástica que llevaría a las religiosas a ocultar su labor liberadora impidiéndoles compartir públicamente su acción y opinión sobre la Iglesia gobernada por hombres.

LA MORAL, UMBRAL VATICANO

Nunca una interpretación usurpa tanto la ley de Dios como la pronunciada por un jerarca defensor de la moral. Cuando el cardenal arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, declara sin sustento que las vacunas contra el virus de la influenza H1N1 son “sospechosas porque traen efectos secundarios” (Público, 1-12-09), su provocación (“que se la apliquen los de Salud primero”) roza más la bravuconería que el dogmatismo doctrinal proclamado por el obispo radicado en Roma, Javier Lozano Barragán.

El anterior presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, recientemente reprochó las prácticas contra natura de la población homosexual y transexual. Antiguo obispo de Zacatecas, Lozano Barragán no ha dudado en declarar que los homosexuales “por supuesto que no entrarán en el Reino de los Cielos” (Pontifex Roma, 2-12-09), en tanto que ofenden a Dios al ir “contra la naturaleza y la dignidad del cuerpo”. Sin embargo, llama a no discriminarlos.

El doble discurso inquieta no sólo a los colectivos gay sino a la razón secular que no yace a la espera de lecciones de convivencia o de amenazas escatológicas. A sabiendas que durante siglos el catolicismo ha aceptado e incluso recomendado el uso de la “disciplina” y el “cilicio” (llamados así la práctica y el instrumento de agresión al cuerpo más populares), la prohibición sexual sigue siendo una norma estructurante de la moral eclesiástica. No obstante que la mortificación del cuerpo destaca una forma abyecta de religiosidad, ésta no ha sido condenada por la institución eclesiástica como práctica que atente contra la naturaleza. En contraste, la variedad de las prácticas sexuales es considerada ofensiva si se orienta al placer y no a la procreación. La obligación de “apertura a la vida” del acto sexual define como inmoral todo acoplamiento desviado de la fecundación. Contra toda ontología, el jerarca moralista cree definir lo que ofende a Dios.

Mientras que la teología católica contemporánea explica evangélicamente la entrada al Reino de Dios por la práctica de las bienaventuranzas, el cardenal Lozano Barragán fija una postura de exclusión, con la misma pertinacia doctrinal que en el Vaticano le ha abierto las puertas y lo ha situado en el prestigioso sitio de Cardenal-Diácono de San Miguel Arcángel, el círculo más íntimo del Papa.

Destacado por su identificación con el ala intransigente de la Iglesia, el anterior titular del Consejo de Salud ha sido un fuerte apóstol de la ortodoxia clerical y dueño de un privilegio que probablemente no compite con el de ningún otro eclesiástico mexicano. Como miembro del Colegio de Obispos, entre sus tareas se encuentra promover la beatificación de Juan Pablo II y aconsejar en torno a la elección papal de nuevos cardenales y obispos.

Fuente: http://semanal.milenio.com/node/1600

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